Reino de España 2014
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22 de abril, martes
La catedral de Santa María de la Sede de Sevilla es una exageración de tamaño, la mayor de España y
el cuarto edificio cristiano más grande del mundo, por detrás de las católicas San Pedro de Roma y Nuestra Señora Aparecida de Brasil y la anglicana San Pablo de Londres.
Cuando Fernando III conquista Sevilla en 1248 se encuentra con la mezquita mayor que habían construido
los almohades en 1182 y decide convertirla en templo cristiano realizando unas pequeñas transformaciones. Se respeta el alminar, el Patio de los Naranjos —aquí se lavaban
los musulmanes antes de entrar a la mezquita— y la Puerta del Perdón. El terremoto de 1356 deja la catedral en estado ruinoso.
En 1401, el cabildo catedralicio decide construir una nueva catedral que active el comercio y la economía,
muestre el poder de la Iglesia, cuyas normas controlan la sociedad de entonces
—obsérvese el paralelismo entre cristianismo y catedrales con nuestro actual capitalismo y los rascacielos— y, sobre todo, sea motivo de orgullo para Sevilla.
Para la financiación confían en las donaciones de los creyentes, de los titulares de las capillas, en las rentas de
las tierras propiedad de la Iglesia y en la estafa de la venta de indulgencias
![]() Detalle de la sillería del coro de la catedral de Sevilla Para hacer el campanario de la catedral se aprovechó el alminar de la mezquita, de finales del siglo XII, y se añadió el tercio superior para albergar las campanas. El nombre de Giralda se lo da la veleta superior, el giraldillo, que se apoya sobre una esfera llamada tinaja. Al campanario se sube, no por escaleras, sino por unas rampas, y no es que ya estuvieran pensando en los turistas discapacitados, no, era porque el almuédano —el encargado de convocar a la oración— subía a caballo. Solo hay escaleras en los últimos metros. Merece la pena subir al campanario para echar unas fotos y fijarse también en el entramado de refuerzos antisísmicos de la nave.
En España todo el mundo conoce el dicho: "El que fue a Sevilla perdió su silla". En realidad, el refrán original era: "El que se fue de Sevilla perdió su silla". El refrán se basa en un hecho histórico sucedido de la época de Enrique IV (1454-1474) que viene bien explicado en wikipedia. No tiene desperdicio, puedes leerlo aquí. Es asombrosa la cantidad de escaparates que se ven en Sevilla con artículos relacionados con la Semana Santa. ¡Qué afición! Para mí, es difícil de entender. ¿Realmente los sevillanos creen de verdad en la existencia de deidades con poderes sobrenaturales? El Centro de Investigaciones Sociológicas dice que, según datos de finales de 2014, un 70 % de la población se define como católicos, sin embargo, solo un 9,8 % de la población total asiste a misa los domingos y un 43 % jamás pisa una iglesia. Como siempre, a mayor nivel de estudios menor creencia en dioses, a menor edad también y el número de ateos dobla el de ateas. Eso, a nivel nacional. ¿Y en Sevilla qué, son más o menos religiosos que la media? Los resultados son casi idénticos a la media nacional, así que podemos concluir que muchas de las personas que abarrotan las calles durante las procesiones de Semana Santa carecen de sensibilidad religiosa, pero acuden a las procesiones por su carácter de espectáculo cultural o porque pasaban por allí, como nosotros. |