Reino de España 2014 |
15 de abril, Martes Santo Me impresiona el edificio modernista del Mercado Central de Valencia. Visto desde la calle, con esas dos cúpulas y las grandes vidrieras emplomadas, uno no sabe si se trata de un moderno templo evangelista o una estación de trenes. En tiempos de los árabes, todos los jueves se celebraba un mercadillo ambulante fuera de la ciudad amurallada.
A la salida del mercado, una tienda vende paellas y paelleros, que son los difusores de gas para calentarlas, geniales para lograr una cocción uniforme cuando la paella es grande. Con la compra, te regalan la receta de la paella tradicional valenciana, que ya cuenta con denominación de origen; debe contener, al menos, estos diez ingredientes básicos: aceite de oliva, pollo, conejo, judías verdes (ferraura), garrofó, tomate maduro, agua, sal, azafrán en hebra y arroz. Esta sería la versión más habitual, aunque se admiten muchas variantes, como añadir alcachofa, pimentón, ajo, caracoles, romero, limón, guisantes, molleja o usar pato en vez de pollo como hacen en L'Albufera. Merece la pena visitar la Lonja de la Seda o de los Mercaderes, un edificio muy atractivo del gótico civil tardío. Fue construida en una época de gran poderío del reino de Valencia, entre 1482 y 1548. El objetivo era demostrar la opulencia del gremio de sederos y de los burgueses adinerados que influían en el gobierno de la ciudad. Y después de un buen negocio, nada mejor que una buena hembra, debían pensar los comerciantes de la época, porque una de las gárgolas del exterior, que representa una mujer desnuda tocándose la vulva, indica la dirección del actual barrio del Carmen, entonces el barrio de las prostitutas; se dice que era el mayor burdel del Mediterráneo. ¿Sabías qué si descubrían a algún comerciante haciendo trampas le serraban las patas del puesto? Y a los ladrones de seda o los estafadores les esperaban los calabozos que se encuentran justo debajo de la torre.
Los dulces valencianos tienen fama en toda la península, no hay más que ver los escaparates de las pastelerías: esas peladillas, esos mazapanes, los pasteles de boniato, las tortas de maíz rellenas de espinacas, el cachap, que es un dulce hojaldrado relleno de crema, los buñuelos, arropes, turrones, rosquillas de calabaza, etc. Desde muy pequeño me encanta la horchata de chufa que aquí es costumbre tomarla untando unos pastelillos alargados que llaman fartons. Lo que nunca falta en una pastelería son las cocas. ¿Y qué es una coca? No soy ningún experto, pero después de ver la inmensa variedad de formas y contenidos de las cocas en los escaparates yo diría que los valencianos llaman coca casi a cualquier tipo de pastel. Pasamos unas horas entretenidas en el oceanográfico, un parque sobre el mundo animal acuático. El acuario gigante es lo que más me ha gustado, aunque muy similar, casi calcado a otros acuarios que he visto en otros países. El pez luna siempre me resulta fascinante, casi irreal, parece un pez al que le hubieran pegado un mordisco por la mitad, es el pez óseo más pesado del mundo, puede llegar a pesar dos toneladas y superar los tres metros de longitud aunque el que nada en el acuario apenas llega a los cien kilos. El espectáculo de delfines resulta algo flojo por demasiado previsible. Una orca sería más espectacular, aunque el precio del animalito es desorbitado y además es penoso tener a un animal tan grande en un espacio tan reducido.
![]() Ciudad de las Artes y las Ciencias: el Hemisférico, el Museo de las Ciencias, el puente de l'Assut de l'or y el Ágora En cuanto veo este tipo de edificios faraónicos en cualquier ciudad de España enseguida los relaciono con las millonarias comisiones que se llevan los políticos, igualito que la mafia italiana. Me pregunto si los valencianos prefieren realmente estos edificios y el gasto que conllevan (el Palacio de las Artes 400 M, el Hemisfèric 32 M y el puente 60 M) o hubieran preferido destinarlo a que no hubiera ningún niño en escuelas con barracones, —objeto también de fraude: se ha detectado un sobrecoste de 1030 millones de euros en su construcción— o a comprar más robots cirujanos da Vinci o STAR que operan con menor invasión y más precisión. Hay que reconocer que los edificios son estéticamente impresionantes, pero su utilidad está en entredicho y su coste de mantenimiento se mantiene opaco. Con este derroche no es extraño que Valencia sea la comunidad con peores servicios sanitarios de España, según datos oficiales del Ministerio de Sanidad. Aquellos que vayan a ser operados próximamente de cáncer de próstata que pregunten al médico por qué no utiliza máquinas robotizadas que evitan dejarte impotente. solo cuesta dos millones de euros. Me pregunto si algún día veremos una auténtica democracia y los saqueadores de nuestro dinero pagarán como se merecen por todo lo que nos han robado. En nuestras manos está. Cerca de la avenida Blasco Ibáñez se encuentra la plaza del maestro Ripoll, que nos recuerda nuestro infame pasado. La plaza rinde homenaje a Cayetano Antonio Ripoll, maestro de escuela que fue condenado a muerte por el Tribunal de la Fe —creado por algunos obispos que añoraban el tribunal de la Inquisición—. Fue denunciado por sus vecinos por no asistir a misa y condenado por no creer en el dios de los cristianos católicos y romanos. Lo ahorcaron públicamente y metieron el cadáver en una cuba decorada con llamas. Fue un auténtico escándalo en toda Europa pero en España ni nos enteramos debido a la censura. Así las gastaban en la España de 1826, con Fernando VII en el poder. |