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República de Birmania 2006
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6 de diciembre, miércoles
Pocos turistas a la hora del desayuno. Las camareras del Princess se desviven por complacernos. Desayunamos a la carta: té, huevos fritos, plátanos,
papaya, mermelada y churros.
Subimos a su cabaña y nos ofrecen unos pequeños taburetes de madera mientras ellos siguen haciendo sus labores. Muestran unos dientes completamente negros de tanto mascar la nuez de la palmera de betel, esto lo ha prohibido el Gobierno por cancerígeno, sin embargo, mascar hojas de betel forma parte de su cultura y pasarán muchos años antes de que abandonen la costumbre. La gente de la etnia Enn sostiene curiosas creencias: cuando una mujer tiene dos hijos, uno de ellos debe ser un espíritu maligno —piensan que lo "normal" es tener uno— ya que solo los animales pueden tener más de uno y como no saben cuál es el mal espíritu, matan a los dos. Y al revés: si una hembra de un animal doméstico pare un solo cachorro también lo matan, ya que se parece al hombre, es como si estuviera poseído por algún espíritu humano. Ancestrales costumbres, ¡pardiez! Visitamos la tribu Wa. Antiguamente eran especialistas en cocinar a la barbacoa las orejas de los prisioneros y hacérselas comer después. Mascan betel porque dicen que así se diferencian de los animales, porque los animales tienen la dentadura blanca. En el pueblo hay una chica que dicen se ha reencarnado en una europea, por la claridad de su piel, casualmente sale de su casa con un balde de ropa y vemos que en realidad, se trata de una mujer albina que se tiñe el pelo.
Nuestro guía local, Maung Ee, reparte aspirinas dondequiera que va, advirtiendo siempre que solo se deben tomar cuando realmente se sientan mal. Cenamos en el Seik Tie Kye. Lo encontramos tras recorrer a pie las callejuelas completamente a oscuras, solo iluminadas ocasionalmente por los focos de algún coche. Nuestra guía lo califica como uno de los cinco mejores restaurantes del país, esto es una exageración pero hay que reconocer que todo resulta sabroso: fideos con gambas, pollo al jengibre, langostinos en salsa agridulce, ¿el precio?... irrisorio: cinco dólares por cabeza incluida la bebida. Vale la pena desplazarse hasta aquí para cenar, ¿no?. La luna llena ilumina nuestro regreso al hotel.
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